Charo Herráez presenta “Y mañana… la lluvia”
Charo
Herráez del Olmo es una mujer vital. Pero de una vitalidad práctica.
No se ha sentado a ver la vida pasar; al contrario: se ha ido a los
sitios donde cree encontrarse cara a cara con todo lo que quiere para
llenar su mundo interior. Y de esas experiencias saca historias como
de una chistera forrada de encantos y desencantos, inmensas
alegrías y amargas soledades, a veces en forma de poemas, otras en
microrrelatos, cuentos, cartas. Y novelas.
Y
mañana… la lluvia,
su más reciente título, publicado por el sello Caldeandrín,
consigue que los lectores sientan empatía hacia los personajes antes
de dar la vuelta a la primera página: una mujer de sesenta años y
un joven de veintitrés que coinciden en un aeropuerto, cruzan
algunas palabras… y ya está todo servido para una aventura
embalada que, sin embargo, la autora dosifica atinadamente. Porque
Charo Herráez sabe narrar, tensar el hilo y posponer la solución de
los embrollos en los que se meten Patricia y Marcos, ese chico de
ojos claros y rastas que descoloca, reta, ayuda…, y mucho más a
una viajera experimentada en casi todo, excepto en las
peripecias de esta historia.
Con
premios y menciones en concursos internaciones en España y América
y éxito de ventas de su ópera prima, Los pasillos de la niebla
(Perú, 2009) y a propósito de la más reciente novela escrita,
pregunto a Charo, ¿por qué América, por qué Costa Rica?
América
fue un impulso, una mano tirando de mí, una intuición juvenil que
se transformó en urgencia cuando podía hacerse realidad. Puedo
decir aún, después de tantos vuelos allá, que no lo sé,
solo sé que estaba en mi corazón desde siempre. Luego, una vez
asumida y cumplida esa urgencia, América no me defraudó nunca y he
vuelto en varias ocasiones, algunas en completa soledad para intentar
comprender su poder en mí. Hay cosas que no comparto, que no
entiendo, sobre todo el actual afán de copiar las novedades yanquis
y europeas, cuando allí florece toda una filosofía de vida rica y
auténtica… su folklore, su música, su fe en la naturaleza, su
educación, su delicadeza, su respeto… aunque sí que es cierto,
que en mis últimos viajes he constatado un cambio, sobre todo en los
jóvenes, a favor de la superficialidad de nuestro continente. Pero
esa esencia de pureza que rige lo más ancestral de aquellos pueblos,
siempre me ha seducido porque, quizás, siempre la he perseguido, de
ahí esa mano tirando de mí.
¿Costa
Rica? solo con pisarla, si sabes mirar, se te agolpan las palabras
que quieren hacerse historia.
En
medio del caos en el que vivimos es posible que interlocutores de
generaciones diferentes dialoguen y encuentren acuerdos, amén de las
lógicas discrepancias. ¿Qué piensas tú?
Yo
creo en la confrontación generacional, es bueno que exista, son dos
experiencias en un mundo distinto y eso no puede dejar inmune ninguna
relación filio-paternal. Es el resultado de dos vivencias distintas
en épocas diferentes, eso tiene que enriquecer, también crear un
conflicto, claro, como todo lo que suma relación más sentimientos.
Tu
planteamiento sobre la libertad, la educación para vivir en libertad
y el modo en que los individuos y la sociedad encaran este concepto,
¿vale para la vida también o es solo literatura? ¿Cómo lo ve la
autora?
Por
supuesto que vale para la vida, lo que pasa es que la conciencia de
libertad ha cambiado con los tiempos y “las educaciones”. Cada
uno tiene su idea, cada sociedad la suya, cada individuo, sus
experiencias y sus reflexiones. Te digo lo que para mí significa con
una frase: “puedo ser libre aun encadenada y encerrada en prisión
con mil argollas de hierro”. El concepto de libertad es personal de
acuerdo con las enseñanzas, experiencias, estudios, vivencias del
individuo y ante eso la persona escoge y actúa. Otra cosa es que
este concepto en el mundo actual se ha contaminado, tergiversado,
adorado como ídolo de barro, cuando en realidad uno es el hacedor de
su propio concepto de libertad. No, no es solo literatura, si escribo
es porque creo que en el fondo de mi acto de escribir hay una
necesidad de compartir la inmensa libertad de vivir, aunque esté
intentando sobrevivir… Ser libre está en la mente, en el corazón,
está en las inmensas ganas de comerse la vida. Y en ese sentido
dejarte fluir. La mente tiene que sentirse libre para darle vía
libre al camino que eliges.
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